TALLERES DE ESCRITURA CREATIVA
Me gusta pensar que la escritura es una casa, un lugar protegido y cercano donde me siento a salvo de todo. Las cosas están a mi gusto y suceden según la leyes poéticas que decoran cada rincón de esa casa. Escribir, la poesía, es mi lugar en el mundo. Allí, protegida, es donde el dolor del mundo no me toca. Una casa que yo misma he construido, un lugar que he elegido habitar, no es fácil, no es amable mantenerla en pie. El mundo real embiste con fuerza y parece, muchas veces, que en este mundo no haya lugar para la poesía, que el arte de las palabras, o cualquier otro diría yo, no tienen cabida en este mundo hostil. Talleres de escritura creativa: ¿Aprender a escribir? ¿Enseñar a escribir?
Escribir es sacar la cabeza del agua, tomar aire ante la asfixia de lo cotidiano, decir aquello que se necesita decir, que nace de las vísceras pero es decantado en el alambique de la razón. Ordenar los pensamientos y dar pie al juego, ese no-lugar donde las conexiones casuales se convierten en causales.
La escritura es un lugar sagrado donde todo se rige por las normas de la belleza, de la mirada asombrada, de la transformación y el avance de lo dicho desde la hermosura, del cuidado del lenguaje. Entre la infinidad de elecciones, la palabra dardo busca su lugar. Ahí, en ese espacio que no existe, habita la escritura y yo me refugio.
Tal vez por todo esto, cada vez que inicio el curso “Los niños se comen la luna – escribir poesía infantil“ o, desde un par de meses, este otro taller, “Cartografía del viento – taller de escritura creativa“, me hago muchas preguntas y algunos reproches:
“¿En serio se puede “enseñar” a escribir?”, “¿en serio tú vas a tener nada que enseñar? Si a duras penas te sostienes, si eres una principiante que va a tientas y con las rodillas magulladas de tropezar cada dos por tres”, “es absurdo pensar que la “creatividad” se enseña; se nace o no se nace”, “¿cómo te atreves intentarlo siquiera?”.
Pero si pienso en estos 9 años que llevo impartiendo el curso de poesía infantil y en mi propia experiencia y recorrido; y me doy de bruces con algunas respuestas:
No, no puede enseñarse a escribir, pero sí se aprende, y si es en compañía, mejor. Se aprende a tener constancia, a mirar de otro modo, a revisar, a tachar, a pulir, a dejar reposar. A compartir con las compañeras y al leer las devoluciones, al vernos cada semana en las sesiones en directo, al tener una pautas que no te permiten irte por las ramas. Se aprende porque en la escritura, en el arte, la creatividad es una parte diminuta, pequeñísima del proceso, la inspiración existe pero es una poción tan pequeñísima del proceso que casi no se la ve. El resto, el 99,9%, es trabajo de orfebrería.
No, no puede enseñarse a escribir, pero puede acompañarse y hacer resonar desde otra perspectiva.
No, no puede enseñarse la creatividad, pero puede ayudarse, estimularse y ofrecer las pautas y las palabras para dar aliento. Lo creativo anida, de manera natural; biológicamente, de hecho, es lo único que nos permite sobrevivir como especie, para bien y para mal; en todas las personas. No se enseña pero se puede alumbrar, mostrar, encender.
Me gusta pensar que estos cursos son un camino que recorremos juntas y la que más se sorprende, se alegra y agradece soy yo misma, no se puede enseñar a escribir, pero sí acompañar en el camino, avanzar juntas, ir dando pasitos y buscando sendas. Y eso, para mí, que me refugio en la casa de las palabras, es un regalo compartido. Como el pan, como el agua, como sucede la lluvia tras la sequía.
Mar Benegas
“Los niños se comen la luna -escribir poesía infantil” comienza el 7 de septiembre.
Más información y matrículas aquí.
“Cartografía del viento – taller de escritura creativa” comienza el día 19 de octubre.
Más información y matrículas aquí.
0 comentarios