Nos queda la última franja de edad de esta serie sobre poesía e infancia, que comenzó AQUÍ, para continuar AQUÍ y AQUÍ. Poesía infantil a partir de 9 años.
Aquí una muestra
Romper diques…
Es importante, aunque ya hemos hablado de ello, situarnos de nuevo: la poesía infantil es poesía, ante todo. Durante los años que llevo compartiendo poesía con niños y niñas de todas las edades he llegado a la certeza de que la poesía sigue gustando. Los niños y las niñas de 9, 10, 11 o los jóvenes de 13, 14 o 15… siguen disfrutando de ella. Dependerá, en exclusiva, de las herramientas que tengamos para compartirla. Si acercamos la poesía a la infancia prende, esa es mi experiencia. Y por eso nació el curso COMO SI FUERA UNA CEREZA -ANIMAR LA LECTURA Y ESCRITURA POÉTICAS, para ofrecer recursos y herramientas las mediadoras (docentes, familias o personal bibliotecario).
Y esta experiencia, que la poesía gusta pero falta (esa carencia), se hace más significativa cuando la comparto “con los mayores”, con los que ya la han abandonado.
Porque sí, la poesía, una vez llegamos a la “razón”, al dominio de la lectoescritura, lo normal es que se abandone, la poesía es la gran olvidada de planes de lectura, bibliotecas… Pero ese abandono significa abandonar a la infancia ante un océano infinito: el lenguaje. Arrebatar la posibilidad de comprender que hay muchas cosas que van más allá de la razón. Entender que lo simbólico ocupa un lugar destacado en nuestra psique. O poder identificar los recursos poéticos (metáforas, metonimias…) que usa la mercadotecnia para vendernos sus productos. Las marcas y campañas publicitarias utilizan, continuamente, la “poesía” pero no sabemos identificarla porque no está presente en nuestro día a día.
Y saber que se puede jugar y disfrutar con la poesía. Que las palabras, a veces, rompen diques y límites. El poema es un espacio de libertad y una manera de transformar, como todo arte, la realidad a partir del lenguaje.
Porque necesitamos poesía, belleza, símbolos, juego… y es nuestra obligación permitir que la infancia y la juventud puedan habitarla.
Más de 9…
Primero el aprendizaje de la lectoescritura. Más tarde las normas ortográficas y gramaticales, la obligatoriedad de lee, la velocidad, la buena caligrafía, los exámenes… Todo eso va haciendo que, poco a poco, el lenguaje pase de ser algo flexible, rítmico y lúdico, a ser algo rígido y tedioso.
Libertad y subversión
Contra eso no conozco mejor remedio que la poesía. El juego, la ironía, la libertad… De eso la infancia sabe mucho y ofrece su lugar, todavía intacto, aunque cada vez menos visible, a la poesía “jugada”. La poesía tradicional, los juegos de palmas, las rimas, siguen siendo “usadas” como válvulas de escape. Versos políticamente incorrectos, libres, donde el cuerpo, la emoción y la razón danzan y siguen bailando al unisono.
Conjuros para convertir a los profesores en bichos hacen que los niños y niñas más mayores se levanten de la silla y reciten a coro mirando a sus profesores. Donde puede llegar la poesía no pueden llegar ellos, y eso es una fiesta y un descubrimiento.
O la risa que les dan los cuentos rimados más gamberros, como “Cuentos en verso para niños perversos” o “Si no comí nada“.
Juego…
La poesía tradicional para estas edades, juegos de palmas y las rimas, son salvajes y políticamente incorrectos. El control del lenguaje y el pensamiento ofrece también una nueva perspectiva para los acertijos, juegos de lenguaje, el absurdo, los trabalenguas.
Todo lo que sea un reto, recitar un trabalenguas, descubrir un idioma secreto, cambiar los acentos o saber qué es un lipograma… la verdad es que son 50 minutos de escucha atenta, de juego, y, después, si tenemos taller, de permitir el juego de lo poético.
Pensamiento crítico y diálogo
Pero no todo en la poesía es risa y juego. La experiencia que yo he compartido siempre con los grupos más mayores, incluidos jóvenes y adolescentes, pasa también por el diálogo y el pensamiento crítico.
Hablar de poesía puede generar conversaciones y debates estupendos, abrir canales nuevos, o, como me dijo aquel niño de 11 años en Menorca, “me ha gustado mucho porque hemos hablado de cosas importantes”.
A partir de poemas concretos o de poetas, de contar las anécdotas o conocer el porqué de sus versos… todo eso puede ser un detonante maravilloso para hacernos preguntas sobre la vida. Tocar temas fundamentales como las desigualdades, la injusticia, la falta de libertad, la guerra, el poder, la muerte.
En casa, en la escuela o en la biblioteca, una buena mediación poética siempre se ofrece como una herramienta fabulosa para generar pensamiento crítico y compartir ideas y opiniones.
La belleza
No olvidemos la necesidad (y nuestra obligación) de nutrir de belleza, de arte, de delicadeza, a a la infancia y a la juventud.
Educar en la belleza. Ofrecer la poesía como una posibilidad, a través del lenguaje, de mirar el mundo desde otro lugar.
Detenernos y mirar. Observar. Que sepan, nuestras niñas y jóvenes, que, tal vez, si algo les duele, la poesía puede ser una gasa. O puede ayudar a que no duela tanto.
Si hay una palabra transformadora, catártica, y capaz de transformar el dolor o, al menos, calmarlo, es la poesía.
Mar Benegas
0 comentarios