Malvados, perversos, crueles, terribles, villanos… malos sin querer o queriendo. ¿Qué sentido tienen esos personajes de cuento? ¿Sirven para algo? ¿Qué malos son los más malos que recuerdas?, ¿qué te hacían sentir? Si queremos eliminar la maldad del mundo, ¿es lógico eliminar la maldad de los cuentos?
La maldad
¡Cuánta maldad en esos villanos! Personajes de cuento odiosos, incluso.
Pero, ¿qué es la maldad? Grandes filósofos (aquí un buen compendio de muchos ellos, trabados a partir de la reflexión de de todos los tiempos han pensado y escrito miles de páginas sobre la maldad. Intentamos entender y acompañar los comportamientos crueles del ser humano. La maldad está en las noticias, en los periódicos, en las casas y en las escuelas. A veces actúa de manera soterrada, en forma de secretos, a veces a plena luz. ¿Se puede ser malo por omisión?
La verdad es que en la eterna puja entre el bien y el mal (el instinto de vida y el de muerte) la balanza oscila de manera continua, y, en demasiadas ocasiones (a lo largo y ancho de la Historia del mundo, por desgracia), esta balanza se inclina hacia el “mal”. Los abusos de poder, la crueldad, el dolor infringido, ese afán depredador que impulsa una parte enorme del hacer humano: guerras, hambre, explotación, desigualdades… como si la maldad campara a sus anchas.
La negación
Pero, por otra parte, o tal vez por eso, parece que buscamos eliminar esa maldad de la vista de la infancia, protegerla de las connotaciones negativas de cualquier rasgo que nos incomode. Así vemos libros literales, que eliminan el dolor, el sufrimiento y cualquier rasgo de maldad o mal comportamiento (en los libros infantiles este mal comportamiento, de darse, se da con moraleja explícita, esos libros con una receta para aprender a lidiar “con lo malo” del carácter de la infancia o de aquello que no queremos “que aprendan”).
Llevo tiempo reflexionando sobre este tema con respecto a la Literatura Infantil y Juvenil, porque es un tema recurrente en mis cursos y seminarios. En el curso “De la nana al cuento -leer antes de leer” hay una de las semanas que todos los debates del foro giran en torno a este tema. Y en su día, hace algunos años, ya escribí al respecto, en concreto sobre los arquetipos y estereotipos, AQUÍ podéis leerlo.
Y sí, hay un interés generalizado de eliminar la maldad. Hacer desaparecer a esos personajes de cuento, los malos, que va más allá de la LIJ. La realidad es que los simbólico tiene un poder que muchas veces no atendemos lo suficiente.
Pero, en los últimos años he leído un par de libros que me han hecho pensar que la cosa va más allá de la LIJ. Uno de ellos es “Maldad Líquida” de Bauman y Donski, que habla sobre la nueva maldad como el buenismo o la apatía, y sobre cómo la maldad líquida se posiciona, no tanto en las acciones directas sino en la capacidad del sistema de colarse por los resquicios y adormecer las conciencias. En este punto creo que se hila a la perfección con el concepto de “FBI (Fascismo de Baja Intensidad)”, que Antonio Méndez Rubio desarrolla en su ensayo.
El otro libro es “Del Mal. Ensayo para introducir en filosofía el concepto del mal” (vaya título larguísimo), de Denis L. Rosenfield. Se trata de un acercamiento al pensamiento de diferentes filósofos en referencia al concepto de maldad.
Rosenfield habla, en la introducción de su ensayo, sobre la negación del mal, más bien sobre la negación de “la voluntad del mal”. Sobre cómo se intenta ver la maldad como una accidente histórico. Pero se evita ver como una categoría de pensamiento digna de ser desarrollada en filosofía. Es decir, aceptar la maldad como parte intrínseca del alma humana sería una vergüenza y un escándalo (SIC). Por lo que es mejor pasar de puntillas sobre ello y verlo como algo accidental.
Y sí, parece que eso es justo lo que pasa con los libros infantiles, con la LIJ. Con libros y personajes de cuento que tengan que ver con “lo malo”.
¿Son necesarios los personajes malos?
Lo cierto es que el dolor y el mal van unidos, que, normalmente, las cosas que más dolor nos causan tienen que ver con la crueldad y la maldad. Podríamos vivir sin ellos, seguramente, pero ¿eso sería real o sería negar una parte, de momento, indisoluble de la humanidad? ¿Y a nuestros niños y niñas?, ¿es bueno negarles esa representación?
Hay muchos libros interesantes que hacen una análisis sobre la necesidad de lo simbólico y lo que aporta. Citaré solamente unos cuantos, como “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” de Bruno Bettelheim, “Mujeres que corren con lo lobos” de Clarissa Pinkola Stés, “Una casa de Palabras” de Gustavo Martín Garzo o “La Bruja debe morir” son algunos de los libros que pienso puede interesar a todas las personas a las que les guste leer y quieran saber más sobre cómo opera lo simbólico en nuestra psique.
Todos ellos tienen un denominador común: la ficción es ficción y sirve, es necesaria. Símbolos, estereotipos, arquetipos, valores, emociones… todo se hace una bola, un gran lío, a veces nos cuesta ver más allá de lo que marcar en mercado o Disney (que es casi lo mismo). Para desliar, pensar y debatir sobre esto nació el monográfico: ¿QUIÉN TEME AL LOBO FEROZ? (por si te apetece compartir reflexiones.
Porque la maldad forma parte del alma humana, es parte del misterio y del laberinto que crece en nuestro interior. Si es complicado que no nos salpique cuando somos adultos, pasar de puntillas sin mirarla, intentar evitarla… imaginemos lo que supone para nuestras niñas y niños.
Por eso, reconocerla es algo fundamental, casi biológico. Sirve para poder crecer, para aprender. Pero, sobre todo, para identificar sus rasgos y poder salir huyendo en cuanto los detectamos en los demás o parar, en cuanto los detectamos en nosotros mismos.
Los malos malísimos
Ay, esas brujas, madrastras, ogros. monstruos, trolls come niños y todos los personajes oscuros y malísimos que existen en la ficción. ¿Qué será de ellos?
De esos malos malísimos que no dejan lugar a dudas, dónde está el mal y dónde el bien queda clarísimo. La infancia no puede titubear y se posiciona claramente de parte de la bondad. Para eso sirve la ficción, para ayudarnos a aprender a vivir. Y qué bueno es eso de saber que si un ogro tiene a un niño en una jaula… ¡es el malo!
Y ahí está la representación del mal, como esa cabra de “Pequeño conejo blanco” (en este vídeo os hablo de ella), o esos personajes terribles. De manera que no cabe duda: la injusticia, la crueldad y la maldad quedan visibles y son, justamente, combatidos. El personaje que encarna al bien en esa batalla SIEMPRE GANA. Y, además, los lectores nos solidarizamos, empatizamos con su situación de vulnerabilidad, queremos ayudar. Por eso, los niños y niñas, en las lecturas, en el teatro, en los títeres… gritan: “no, por ahí no, que te van a atrapar”.
Porque una de las grandes enemigas (yo diría que la única, o al menos la más grande) de la maldad es, sin duda, la empatía, la humanidad, el ponerme en el lugar del otro.
Roald Dahl
Si hay un autor capaz de dibujar un perfil de malos malísimos es Roald Dalh, esa terrorífica familia de Matilda, esas Brujas, los Cretinos o la abuela de Jorge. Todos ellos, como el propio autor decía, son malos por méritos propios. Perfilaba sus personajes desde la hipérbole para que no hubiera ningún atisbo de duda.
Sin dejar de ser lecturas divertidas, frescas y amenas, en absoluto trágicas. Esa misma hipérbole de sus personajes nos permite transitar la ficción totalmente protegidos, sin miedo.
Familias horrendas
¿Y esas madrastras, hermanos o incluso los propios padres? Tan horrendos todos. Esos personajes que, fruto de los malos sentimientos (envidia, celos, odio…), quieren destruir la bondad, deshacerse del bien. En las historias antiguas (desde la mitología a la literatura tradional) el canibalismo y el incesto estaban a la orden del día. Esa maldad fue convocada a otro nivel. Pero el dolor de lo cercano sigue siendo mucho más evidente y creíble: niños abandonados, o familiares terribles son los que más daño pueden infringir. .
Las más terribles torturas y castigos, el dolor más profundo, viene de esos personajes que encarnan los vínculos afectivos y el cuidado, totalmente traicionados.
De nuevo, en la ficción, se refleja la profundidad de la psique, los anhelos y miedos más comunes. El miedo al abandono, el miedo al rechazo de nuestras familia, los celos y la envidia… que resumen el Miedo: a no ser queridos.
La magia malvada
Y las brujas, ogros, duendes, hechiceros… todos esas maldad que condensa aquello que viene de un poder superior. Que en la división primordial del Bien y el Mal sería lo sagrado y lo infernal, el bien y el mal absolutos. Cielo e Infierno.
Así, hay poderes ocultos al servicio del mal y otros al servicio del bien. Esas hadas que reparten dones y la malvada que impone sus maldiciones. Hechizos, envenenamientos, persecuciones… y, a pesar de todo, la bondad prevalece.
A pesar del poder, de la magia, de la ayuda “divina” para destrozar, lo humano vence, a veces también con ayuda, claro. Todas las batallas libradas son vencidas por el bien, la luz prevalece, siempre.
Los malos no tan malos
Después están esos malos no tan malos, o malos al principio, o malos sin querer.Esos personajes de cuento con unos comportamientos muy claros pero con un recorrido emocional más corto. Serían esos personajes que sirven a los más pequeños a “entenderse”, identificándose con los personajes, con todos ellos.
Esos malos tiernos o malos a medias. Como los monstruos de “Donde viven los monstruos” o, incluso, el propio Max, de Maurice Sendak. O esos maravillosos “Dos Monstruos“, de Mckee. O “Los tres bandidos” de Ungerer. Todos esos “malos” que más que malos son “humanos”: obcecados, furiosos, parciales… que les falta una nueva perspectiva, o experimentar, o aprender alguna cosa fundamental.
Que nos hacen empatizar porque no son crueles, porque podemos identificarnos con su comportamiento. Como Robin Hood o esa sopa todavía caliente que esperaba a Max (y que nos hace suspirar descansados al cerrar el libro).
Todos estos (medio)malos tienen algunas cosas en común. Por ejemplo: No son crueles, no disfrutan ni pasan por encima del otro. Tienen reacciones irracionales y básicas, respuestas sencillas a emociones primarias, que nos permiten (sobre todo a los niños y niñas) vernos reflejados. Y también hay una evolución en ellos, aprenden, un poquito, a vivir.
FIN
Como en la propia vida, ese reflejo de la maldad, esa lucha por identificarla y buscar la manera de vencerla, tiene su recompensa. Estos personajes malvados están ahí para ayudarnos a conocernos, a reconocernos y a avanzar, también.
Y, llegando al “Fin”, al cerrar la última página, son esos personajes crueles, es esa maldad (queriendo o sin querer), la que permite que la bondad avance. Que el Bien sea más fuerte. De esta manera los protagonistas, las heroínas y héroes, terminan siendo mejores de lo que eran al principio de la historia. Se transforman. Llegan a otro lugar. Se convierten en la mejor versión de sí mismos o, al menos, aceptan esos lados oscuros que la vida también nos ofrece.
Para eso existen los malvados del cuento, para ayudarnos a ser mejores que ellos.
Bravisimo!!
Mil gracias, vecinas. ¡Nos ha encantado vuestro blog! ¿Cómo no nos conocemos? Os compartiremos en RRSS 😀
Tambien a veces me pregunto, si no sería interesante pensar en ¿qué pasa si ganan los malos? Porque en la vida real no siempre vencen los buenos… ¿Cómo indagar la frustración desde las narrativas?
Saludos desde Argentina
Hola, María Florencia: yo creo que estas ficciones sí indagan la frustración. Y los malos ganan terreno, en cada historia la maldad se presenta y hace su camino. Pero, como en la vida real, esa frustración se termina superando: o te alejas, o la peleas (cara a cara o con otras estrategias), o la vences… sea como sea quedarse cerca del dolor no es saludable.
Buenas tardes Mar,
quería agradecerte este post, es una maravilla (sobre todo para los que estamos haciendo el TFG) me has inspirado muchísimo!!!!
Hola, Sofía:
me alegra muchísimo que te sirva y que te inspire. Mil gracias por tus palabras.
Suerte con ese TFG 😀
Un abrazo y felices fiestas.
¡Qué buen post!
Gracias, Xavier, por tus palabras pero sobre todo por la lectura.
Qué bien que después de dos años el texto siga teniendo validez e interés.
Saludos.