Estos días han sido como un remolino que todo se lo tragaba. Un bucle infinito de espanto y asombro. Para mí, y para tantas personas, el terror de lo sucedido armó también un mecanismo de defensa básico, una imposibilidad de poder articular ni decir nada.
No podía (ni puedo sin hacer un esfuerzo infinito) acercarme al dolor desde las palabras. Porque la urgencia y lo dantesco, lo inmediato, tenía, y tiene, una dimensión tan descomunal, tan grotescamente terrorífica, que ha abierto un sumidero, un agujero negro que engulle cualquier posibilidad de ser dicho.
Pero nombrar y decir es la única manera de construir memoria.
Ser conscientes, así, del otro daño, el daño del alma, el daño de lo colectivo. Porque hay heridas cuya cicatriz nunca desaparece. Sus nudos traspasan las generaciones y a las familias, al pueblo, a la gente, a los vecindarios, atraviesan las calles y sus gentes, a las madres y a las abuelas, a las hijas y a los hermanos… así va tejiendo su nudo en la memoria de todos.
Algunos nudos llenos de barro señalan tiempos lejanos, marcan esa línea, una cicatriz que sigue doliendo a pesar de los años, una hendidura generacional que nos habla del horror del agua. 1957, 1982, 2024
Y mientras las manos se afanan en limpiar el barro, en reconstruir, en reparar. Las almas siguen siendo arrastradas por la corriente, han de seguir peleando para no ahogarse en ese clamor doloroso, en esa riada de miedo y furia, de desesperación y trauma compartido. Por mucho que salga el sol, que se restaure el barrio, el pueblo y sus calles, los muertos seguirán gritando en mitad de ese agujero negro, de esa noche terrible del 29 de octubre. Y no habrá tiempo ni sol que pueda curar esa herida.
Esa cicatriz seguirá ahí, por más que pasen los años. Junto a la sensación de desamparo, y ese desastre abismal de haberlo perdido todo, o la sensación de alivio, de suerte porque el azar caprichoso del derrumbe no nos pilló en el garaje, en el coche, paseando por la rambla, o en el pueblo equivocado. Y pasarán los años y, del mismo modo que los valencianos seguimos reconociéndonos en aquella riada del 57 a pesar de no haber nacido, esta herida será nuestra, para siempre, y tendremos que aprender a vivir con ella.
Y este espanto seguirá horadando nuestra memoria porque no ha terminado, aunque las noticias se olviden de ello poco a poco. Pero, a la vez, va creciendo la otra cicatriz, con su fuerza descomunal, que es la que empuja a lo humano. Esos miles y miles de personas volcándose en ayudar. La posibilidad de recomponernos, de ayudarnos.
Porque la memoria existe para eso, para nombrar el caos, pero también para recordar que salimos, que pudimos hacerlo. Porque los nudos tejen esas cicatrices dan puntadas a la par, y por cada espanto hay una esperanza, por cada imagen de devastación unas manos que sujetaron a alguien desconocido para que no se lo llevase el agua, por cada metro de agua, por cada muerto, las manos abriendo caminos, las personas ofreciendo su ayuda.
Mar Benegas
Imagen de portada: Lo que queda de la biblioteca de Aldaia, donde tantas veces hemos compartido lectura, talleres y encuentros.
Gracias por estas palabras, por su significado y emoción. Lo mejor que he leído sobre lo sucedido. Yo nací en octubre del 57 y mi madre cada vez que llegaba mi cumpleaños me recordaba la riada de Valencia. Ahora ya entiendo la importancia de la memoria…
Gracias 💜
Es difícil poner en palabras tanta tragedia.Es una hecho tan atroz que de sólo nombrarlo estremece,espanta…
Esa furia de la naturaleza arrasando todo,esos seres humanos arrastrados como cosas….. “y en el mismo lodo todos manoseados” es de una magnitud que es necesario tomar conciencia,pensarlo y sufrirlo como.si fuera uno mismo el que lo ha sufrido. Grabarlo en la memoria, si., como todo lo que dolió hasta el alma…
Acompaño a uds en este inmenso dolor! Abrazo fortísimo desde Argentina.
Gracias 💜
Mar que grandeza la tuya, en medio de tanto dolor poder ponerlo en palabras, poder ser la voz de tantos!!!
Con mucha emoción y con mucho dolor te abrazo muy fuerte!!!!
Gracias por tus palabras!!!
Gracias 💜
Gracias, Mar, por describir lo indescriptible.
A ti
Gracias otra vez Mar ,esta vez por palabras al dolor de una forma tan firme y emotiva 😘
💜
Tus palabras son muy importantes
Gracias, Mar
💜
Gracias por tu texto
Perdimos 4 familiares en Biescas y con todo esto las heridas se han vuelto a abrir en canal. Ya no sabes si lloras por lo que se fueron entonces o por lo que lo han hecho ahora. Lo que sí es seguro es el dolor del agujero negro en la garganta, la mole de pena y el peso de la responsabilidad de seguir hacia adelante, porque puedes porque no moriste, porque debes, porque puedes….
A ti, porcel testimonio. 💜
Un abrazo sentido, Mar. Siempre poner en palabras. 🙌🏽✨
Gracias, un abrazo.
Los acompaño a todos y cada uno de ustedes y me uno a la oración por los que desgraciadamente fallecieron, un fuerte y sentido abrazo de quien quisiera tener edad y salud para poder ayudar y acompañar, igual siento que lo hago desde México.
Un abrazo.
Otra vez: gracias Mar por poner nombres y tonos a lo que vivimos. En mi caso desde las noticias, el WhatsApp, el teléfono…
Un fuerte abrazo que nos permita acercarnos a tu corazón y al de tant@s.
Un abrazo
Abrazos desde Chile donde sabes de dolor, de desastres pero también de echarle para delante y seguir
Un abrazo
A veces pensamos que las palabras no alcanzan para describir las tragedias y menos para soportar las caídas, pero tu Mar, con tu inmensa sensibilidad y esa sabiduría poética que te caracteriza logras este escrito que nos conmueve hasta las lágrimas. Desde FUNDAPRE te abrazamos a ti, a Jesús y a todos los valencianos.
Gracias, un abrazo.