LA CENSURA EN LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
Ese era el tema que me pidieron para mi conferencia dentro de las jornadas formativas enmarcadas en el Salón del LIbro de Pontevedra y organizadas por la Universidad de Vigo. El título: Esconder la llave que sangra: la censura y el tabú en la LIJ
Es un tema apasionante y ya escribí, directa o indirectamente sobre ello en el artículo sobre arquetipos y estereotipos AQUÍ, o cuando hablamos sobre el utilitarismo de libros AQUÍ o, por supuesto, cuando hablamos de los malos de cuento y su importancia AQUÍ.
Pero preparar la conferencia me sirvió para poner en orden algunas ideas y, partiendo de una base fundamental para mí, intenté reflexionar sobre los tipos de censura que, creo, sufren los libros infantiles y juveniles. Os dejo un resumen de mis reflexiones y de la conferencia.
¿QUÉ ES LA CENSURA?
Después de darle varias vueltas al tema para escribir estas líneas sobre la censura me gustaría hablar, además de hablar sobre algunos tipos de censura, de esa otra censura, que es, pienso, más peligrosa: esa censura no explícita, la que sucede al dejar de ofrecer títulos, de manera explícita o implícita. Esa que va conformando un corpus de una LIJ políticamente correcta.
Blanqueada, limpia, despojada, sin fisuras ni esquirlas, sin recovecos ni zonas de sombras, sin palabras difíciles. Que sea, por supuesto, educativa y emocionalmente ejemplar. Y que, además, venda. Más que literatura parece que queramos un manual de lavadora que nos sirva para manejar a la infancia.
La verdad es que se puede ejercer la censura de muchas maneras. Las personas adultas estamos censurando, continuamente, las lecturas de la infancia. Eligiendo unos y no otros títulos ya estamos ejerciendo una censura. Porque, como en casi todo cuando hablamos de infancia, partimos de una situación de poder y de desigualdad: la infancia no tiene posibilidades (económicas, sobre todo, pero también socio-culturales) de elegir sus libros.
LA BELLEZA
Me gustaría hablar,. como punto de partida, de la belleza, porque creo que tiene mucho que ver con la censura, aunque no lo parezca. Si pensamos en la belleza como aquello que nos conmueve, en la capacidad del alma y los sentidos de conmoverse.
¿Y qué es conmocionar el alma, conmovernos?, ¿podríamos aceptar que la muerte es conmovedora (de las cosas que más conmueven, además) o preferimos pensar que conmovedora son las flores o la bondad?, ¿podemos enfrentarnos al hecho de que el dolor, la añoranza o el desconcierto forman parte de la belleza porque también nos conmueven?
¿Qué concepto de belleza barajamos cuando hablamos de infancia y libros?, ¿es la belleza algo físico dentro de los cánones socialmente aceptados o la belleza también está atravesada por la vida? Una sonrisa desdentada, las arrugas, la alegría soberana del pueblo, la inocencia, la búsqueda desesperada de la esperanza, la compasión o la lucha por los derechos fundamentales, ¿son bellos? ¿Dónde vemos belleza?
Si nos situamos de parte de la infancia y de la palabra, del arte y de la vida, la belleza más allá de los socialmente aceptado. Entender la literatura (y el arte en general, el teatro, la danza, la música…) como la herramienta transformadora que es, aquello capaz de transformar en belleza todo lo que toca: la muerte, el dolor, la ausencia, la huida, el miedo… y la emociones, todas ellas, también la maldad, o el egoísmo, o los celos… todo ello, si pasa por el filtro de la ficción, de la poesía, del arte, y tocado por la magia de su fuerza, es convertido en algo bello.
NOMBRAR LA BELLEZA
La Literatura debe ser capaz de nombrar la belleza. También esa que se esconde tras la hojarasca enmohecida de nuestros sentires más turbios, de las situaciones más difíciles. Para eso sirve: para convertir en bello todo lo que toca. Para transformar en universal aquello que guardamos en el fondo del último armario del último cuartucho de nuestra mente, eso también nos habita y nuestros niños y niñas tendrá que aprender a lidiar también con ello.
No todo son mariposas ni las emociones son etiquetas de quita y pon ni el comportamiento del alma es comprensible.
La belleza también habita en reconocernos en esos rincones oscuros del bosque. Desenterrar las semillas del saber.
Aunque tengamos que cavar con nuestras propias manos el corazón mismo del bosque. Rompernos las uñas en el intento y seguir cavando hasta tomar en las manos una semilla diminuta. Sucia de tierra y de lombrices. La nuestra, la que habitaba los rincones de nuestra alma, allá donde no llega casi la luz.
La habremos hallado y podido reconocer gracias a las semillas que otros dejaron antes, esas que quedaron desperdigadas en los versos y cuentos, en los libros e historias. Y así podremos plantar la nuestra en un lugar más visible y controlarla para que no se convierta en esa vegetación que termine asfixiándonos.
LA CENSURA Y SUS TIPOS
Como mediadora pienso mucho en la censura que ejerzo, mi posición siempre ha sido intentar no censurar pero ofrecer alternativas, y, realmente, funciona. En general, la infancia tiene criterio y buen gusto, en mi experiencia, hablando de poesía y de las cosas de la vida, a la infancia le interesan y preocupan las cosas de la vida, profundas, con sus esquirlas y potencia. También al escribir intento no censurarme más allá de lo estrictamente necesario.
Pero es cierto que hay censura. Explícita e implícita. Esa que va puliendo, como los cantos rodados, y dirigiendo el cauce (comercial, intelectual, sentimental…) de lo que llega a las escuelas, casas y bibliotecas.
Para ilustrar los tipos de censura voy a intentar centrarme en casos concretos y reales, que conozco directamente, porque algunos me han sucedido a mí. Y que se multiplican en escuelas, casas y RRSS. Que se argumentan con ridículas ideas y que abarcan temas como la sexualidad, las emociones, el género, el especismo, el… (añada cualquier susceptibilidad).
CENSURA POLÍTICA Y PÚBLICA
La censura se asocia, sobre todo, a la política y es cierto que la censura política es terrorífica, los censores de los dictadores, del fascismo, la censura militar, aquella tan terrible en Argentina o Chile, en España y en tantos otros países, donde, escribir o distribuir ciertos libros podía costarte la vida. Y sigue vigente, tristemente, en muchos países.
Menos terrible (en cuanto a la violencia de las consecuencias y la falta de libertad que implica) pero no menos efectiva es la censura que se sigue ejerciendo desde administraciones. Como esa “lista”, real y efectiva, de temas y palabras que no puede contener ningún libro infantil en USA. Donde autores y obras se censuran a diario para que no lleguen a la infancia y la juventud. O aquel alcalde de Venecia, prohibiendo libros totalmente inofensivos. Donde la mente retorcida de los censores veía sexo y desenfreno en libros tan inocentes como “Pequeño Azul. Pequeño Amarillo” y que causó tantos revuelo en su día, AQUÍ podéis verlo.
Y aquí una estupenda selección de censuras diversas. una buena selección, que acompaña un estupendo artículo en la web de BIBLOGTECARIOS de la mano de Beatriz Ovejero: Censura en la Literatura Infantil y Juvenil. Esa censura evidente y terrible sucede, sí. Y sucede en una dimensión pública. Y por tanto combatible, ya que permite enfrentarnos a ella, buscar esos libros y ofrecerlos, a modo de resistencia contra la barbarie. Si yo fuera madre o maestra en EEUU estoy segura que buscaría la manera de que mis niños y niñas tuvieran al alcance esos libros “prohibidos”, imagino que eso sucede también allí. Contra la barbarie, resistencia y lucha.
CENSURA DE LO POLÍTICAMENTE CORRECTO
Pero a mí me gustaría hablar de esa otra censura, más sibilina, más peligrosa, esa que casi no se ve, que tiene mucho que ver con el punto anterior, pues, como dice el refrán, de aquellos polvos estos lodos.
Como esa que sucede* cuando una maestra de infantil te dice que “Madrechillona” no lo va a leer en su clase porque es un libro “violento”. Pero en realidad es libro que habla de perdonar. Del incondicional. Del humor y del juego, también.
Otra, bibliotecaria escolar, te dice que no. Que “Cómo abrió don Nicanor el gran circo volador” no entra en su escuela porque es un circo de animales. Imagino que sin leerlo, o, de haberlo hecho, con muy poca comprensión lectora, de fondo y de forma, en realidad., Porque Nicanor representa la empatía. Habla de la solidaridad. Y de la capacidad de convertir los defectos en fortaleza. De la unión y la familia, esa familia elegida.
O cuando, no recuerdo si era maestra o madre, dejó escrito que “A lo bestia” es un libro irrespetuoso. Ay, menos mal que los miles y miles y miles de niños y niñas con los que lo he compartido no piensan lo mismo.
O aquella vez que una madre, en una charla sobre mediación lectora en familia, te dice que “El cuento de los guisantes-una historia verdadera” es “machista” porque la abuela pela guisantes y entiendes que, realmente, no ha entendido nada.
La interpretación literal y superficial, la falta de comprensión lectora, la falta de profundidad en los análisis… todo eso es lo que sucede en estos casos. Pero, sobre todo, la poca confianza en la infancia y un menosprecio constante a su inteligencia.
Eso sucede sí. Pero también sucede al revés, la censura a la inversa. Donde no solamente se veta la lectura de ciertos libros: cuentos clásicos porque generan pensamientos y estereotipos machistas (de eso hablé AQUÍ largo y tendido), en lugar de fomentar el diálogo y la visión de conjunto, la realidad sociocultural de los lectores y lectoras y usar la lectura de estos textos como medio de debate y reflexión.
La censura inversa, es decir, esa que hace que todos los libros sean “blancos” y las escuelas y bibliotecas y familias se dejan llevar por el mercado y la moda, por corrientes que nos arrastran y van puliendo los libros. Y ya no hay palabras malsonantes. O las emociones están escritas, descritas y prescritas como en libros de autoayuda para niños y niños.
Que, siendo feminista hasta la médula, me quede anonadada al enterarme que existe una colección de libros sobre “mujeres ilustres”, rimados, y para BEBÉS, en cartoné. ¿De verdad? (donde, ay, entra Frida Kalho como modelo de feminismo, una mujer que vivió sometida a una relación con un misógino de manual). O esas colecciones de “libros para niñas rebeldes”, “para niñas que saben volar”, para “niñas que son aventureras”, “princesas que se tiran pedos o que se aburren”, “niñas que”… ¿de verdad eso no perpetúa el estereotipo?, ¿no volvemos a victimizar a la niña-mujer como responsable de no “ser capaz de…” o “no ser suficientemente rebelde”? No es, acaso, la misma cosa que acusar a la víctima por “no haberse alejado”, “por ir vestida de una determinada manera”.
O, incluso, si vamos un poco más allá, no estamos ofreciendo un modelo de masculinidad/femineidad a imitar: si me visto de niña, si me pinto las uñas, si soy un sirena… que sí, todos esos temas, si son tratados desde lo literario, serán libros que nombre lo bello (lo bello de vivir, de la diversidad, de ser plurales). Son temas que se tratan en la literatura. ¿Cuál es el problema?, cuando no hablamos de literatura, sino de manuales. Pensados, escritos y comercializados a tal fin.
CENSURA DEL CONTROL Y EL DISEÑO EMOCIONAL
Manuales sobre emociones, también. Claro. Diseñar lo que piensa y siente la infancia y ayudarse con cierto tipo de libros que, como en el caso de la corrección política, también obedecen al momento, la moda, las corrientes pedagógicas… pero no al interés vital y primordial de lo literario por lo vivo y sintiente.
Como en el caso de estereotipos, género, feminismo, etc. es evidente que un buen libro SIEMPRE tendrá la emoción y la capacidad de conmovernos, la belleza de la ficción, de lo literario y lo estético, reside ahí.
Lo emocionante de un buen libro que nace la necesidad de quien escribe por transmitir, por tener algo que decir, algo que, formando parte de ella, participará de la vida y se transmitirá a las manos y ojos que leen. Pero, ¿qué sucede con esa confusión entre emocionante y emocional? Dónde situaremos esas emociones enlatadas, etiquetadas y a buen resguardo de la persona adulta para ser sacadas en el momento “del conflicto”.
Esa formulación conductivista de reeducar las emociones a través de los libros está convirtiéndose en una de las más grandes censoras de la LIJ. Y hay libros para todo: para la calma, para aprender a compartir, para meter las emociones en tarros, para educar en valores, para ser bondadosos…
Pero la literatura es otra cosa y nos empeñamos en…
ESCONDER LA LLAVE QUE SANGRA
Ciertas historias son escondidas bajo la alfombra: “no, ese cuento no lo contaré” o “yo le cambio la parte de…” o. “es que no lo van a entender” o “es demasiado fuerte para ellos, qué necesidad tienen, con lo pequeños que son”. Así hasta el infinito, porque el uso de los eufemismos se multiplica. Si la literatura guarda (o debería guardar) los secretos y los misterios de la vida y del alma, esas frases son la manera tácita y socialmente aprobada de censurar los temas tabús.
Esa llave que sangra o ese suelo que late hasta delatar al asesino, en los relatos de Poe. Ahí se ve, tan claramente trazada, la representación del alma humana. La culpa, las partes negadas o escondidas que también forman parte de la humanidad.
Y es, justo eso, lo escondido, lo que no queremos mirar, lo que termina siendo desvelado, como esa habitación que abre la llave que sangra de Barbazul. La que guarda el horror, sí, pero también el conocimiento. El descubrimiento, develar o hacer aflorar esas partes en las que podemos identificarnos o que podemos reconocer y que nos ayudarán a estar atentos a conocernos un poco mejor.
Así funciona lo escondido, lo tapado, lo sumergido que guardan los relatos, lo que no se ve pero, que si les dejamos, terminará siendo iluminado por la luz del conocimiento, esa luz que enciende la joven esposa atravesando las prohibiciones y es así que consigue saber y huir, más sabia, más libre y mejor, sin embargo, parece que estos recovecos del alma no serán desvelados a nuestra infancia ni juventud, porque son demasiado.
LA MEDIACIÓN
Y sucede así por que todos estos relatos necesitan una mediación consciente, que se aleje de la mediación conductivista que hace que hoy, todos los libros tengan que servir para un fin políticamente correcto y ser pedagógicamente blancos. Servir para algo que evada, cada vez más, su carácter simbólico: los libros se convierten en instrumentos para hacer que la infancia piense, se comporte o llegue a unas conclusiones previamente establecidas, pactadas y conducidas por los adultos.
En es momento la literatura, que debiera ser libre, hermosa, fuerte, y, por supuesto, con sus pasajes incómodos, que nos hagan crecer como humanos y reconocernos, también, en nuestros propios rincones oscuros.
Excelente análisis, mesurado y bien argumentado sobre la censura de libros literatura infantil y juvenil cuya función es mostrar belleza que emocione, que haga estremecer y no recetarios que enseñen normas de comportamiento… Felicitaciones.
Gracias, Carmen, por la lectura y por tus palabras.
Feliz semana.
Excelente y real.
Gracias Mar
Gracias a ti, Liana, por la lectura.