APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO
Aprendizaje significativo (o aprendizajes significativos) es un concepto que está muy en boga. Yo prefiero hablar de deseo, de curiosidad y experimentación (o juego, que viene a ser lo mismo), estas tres cosas son las que movilizan a la infancia. Me gusta más hablar de estas cosas porque creo que son más claras, menos “cajón de sastre”. Pero, sobre todo, porque la palabra “aprendizaje” me tiene demasiadas connotaciones, demasiado cargada y cargante. Aunque, para resumir mucho, me parece una buena manera de definirlo. Significativo en contraposición a insignificante. Porque… ¿Cuántos “aprendizajes” realmente insignificantes para la vida (lo vital, lo importante y necesario), reciben nuestros niños y niñas a lo largo de su infancia?
PREDICAR CON EL EJEMPLO
Tengo la suerte de poder apoyar todo lo que muestro y ofrezco en mis cursos, en mis propuestas y en mis talleres (ya sea con niños y niñas o con personas adultas), con experiencias reales. Todo tiene una base práctica que a mí me parece imprescindible. Tan fundamental como la parte teórica en la que se apoya esta experiencia. Y de esa mezcla de ambos ingredientes crece mi pan, en ese horno que es el lenguaje y la poesía. Experiencia real y práctica aderezada con reflexión, pensamiento, lectura y muchas preguntas (como estas). Así nace casi todo el trabajo que comparto y la mayoría de mis libros, como A juego lento.
Porque una de las preguntas que más me hacen es “¿Cómo podemos hacer que los niños disfruten de la poesía?” Y yo siempre respondo lo mismo: la infancia y la poesía, que es casi lo mismo que decir “la infancia y el lenguaje” (como construcción de la identidad, del pensamiento y la identidad, del vínculo con lo afectivo, lo intelectual y lo creativo), prenden de manera espontánea, por naturaleza propia de ser hoguera. Como llama siempre viva, prende y se intensifica a poco que se la azuce (a veces sin azuzar).
LA EXPERIENCIA SIGNIFICATIVA
El aprendizaje significativo, el hecho poético o la Verdad (esa que nombrara María Zambrano), habitan siempre en la infancia. La experimentación lúdica, el pensamiento reflexivo, la intención y necesidad de entender, la curiosidad infinita, la representación simbólica y el esfuerzo por, a través del durísimo ensayo-error, comprender el mundo que habitan… todo eso forma parte de la infancia.
Y es que la mejor manera de aprender, de enseñar, es ofreciendo. La poesía, la literatura, el amor a los libros, la creatividad. Dejando que se hagan preguntas, que sientan, que hilen y tejan sus propias experiencias, así es como sucede y como mejor sucede. Y para muestra dos botones.
IR MÁS ALLÁ…
Mi suerte es poder vivir estas experiencias en vivo y en directo. Experiencias reales que puedo vivir en los encuentros o que me llegan a través de mis cursos y RRSS. Como estos dos que traigo de esta misma semana.
El primero es de Anaya, que tiene 4 años y vive en Brooklyn con su familia (su madre, su padre y su hermano Joaquín, de 2 años que se lleva mi libro “Nicolasa, ¿y tu casa?” al parque como si fuera su amiga (¡claro, es que lo es!)). La madre de Anaya está haciendo un curso conmigo COMO SI FUERA UNA CEREZA – ANIMAR LA LECTURA Y ESCRITURA POÉTICA .
ANAYA (4 años) Y EL LENGUAJE QUE LE PERTENECE
En Brooklyn, como en el resto del mundo, están semiconfinados y me decía Mariliana, su madre, que algunos de mis libros les habían hecho más llevadero el confinamiento, que por eso se había apuntado al curso. Y efectivamente, están haciendo el curso (que es muy práctico) las dos, qué digo, los tres. Y es una maravilla, porque todas las propuestas prácticas las llevan a cabo y Anaya participa y está en las sesiones en directo, tanto que ya la considero una alumna más. Una alumna aventajada, además.
Fuera bromas, la verdad es que Mariliana pone en marcha todas las propuestas con ella, con Anaya. Y son espontáneas y maravillosas, como en el poema encadenado que os muestro más abajo.
Primero, Anaya y su madre, hicieron un par de intentos según las normas, que son un paso a paso muy sencillo y muy resultón. Pero después, como corresponde, se apropió del lenguaje, del poema, de la estructura encadenada (que tanto les fascina a su edad) y todo eso lo hizo suyo. Porque suyo es y le pertenece.
Transgredió la normas y sucedió esto:
1 tortuga va lento
2 tortugas, más lento
3 tortugas, lentísimo
4 tortugas, requetelento
pero 5 tortugas, rapidísimo
Maravilla total, ¿verdad? Por supuesto que cinco tortugas serán más rápidas que un rayo. Porque si juntamos tantos poquitos tenemos un mucho. Y así nace, así, tal cual, la poesía.
Pero, ¿qué sucede cuando Anaya, a la que parece le caigo muy bien y le encanta ver mis vídeos, me ve contar/cantar un poema enumerativo? Que es de la misma familia que los encadenados, me refiero a este:
Pues lo que sucede es que Anaya vuelve a apropiarse de lo que es suyo. Contar, cantar, hacer un libro… y luego me lo envía, para que yo lo vea. Y, claro, en la última clase en directo que tuvimos le pedí permiso (a su madre y a ella) para enseñarlo aquí. Porque de verdad es una maravilla, fijaos:
Por supuesto es muchísimo mejor que el mío. Especialmente reseñable cómo cuenta con los dedos cuando no recuerda qué número viene: eso es un “aprendizaje significativo”, el que está motivado por el deseo, el juego y la experimentación propia. No se pierdan a Joaquín, que viene fuerte también, veremos el par de dos en unos años…
MARCO (5 años) Y PENSAR LA POESÍA
El segundo ejemplo me ha llegado hoy mismo. Mientras escribía esta entrada. Y ha sido otro de esos momentos en los que piensas: todo tiene sentido.
Me ha llegado un mensaje de Iñaki Lasaosa, maestro querido de Huesca, de CEIP Juan XXIII, que vive muy intensamente, con su clase de Los Leones (5 años), nuestra campaña de sensibilización poética POEMAS AL VUELO.
Tanto es así que, según me contaba Iñaki, cuando pone en la pizarra el día de la semana y llega el viernes, al preguntar: ¿Qué día es hoy? Los niños y niñas le responden: “¡Día de Poemas al Vuelo!” Ay.
Resulta que, como 44 poemas para leer con niños, la selección es muy ecléctica,. Intenta tener poemas para todas las edades, con rima, sin ella, y de diferentes tipos y estilos. En la clase, sin censura por parte del adulto que los educa, escuchan los poemas, cada viernes, todos los viernes. Solamente por eso ya vale la pena el trabajo que hacemos, para que lleguen a escuelas y casas, una clase como “Los leones” ya vale la pena. Algunos poemas se los aprenden de memoria y luego me envían los audios. Otros, imagino, no los entenderán, o les gustarán menos… y así.
Pero hoy, os decía, me ha llegado un mensaje de Iñaki, que decía:
Y estos dos mensajes de audio con la voz de Marco:
Impresionante, porque Marco no ha estado en mis cursos pero… parece que sí. Eso de “las palabras nos ayudan a formar ideas” podría haberlo dicho yo, de hecho lo he dicho mil veces, en cualquiera de mis charlas, cursos, artículos…
Pero bueno, aparte de eso, como le he dicho a Iñaki esos dos mensajes eran oro puro. Condensan, además, la idea central de este post. Porque Marco ha reflexionado en torno a una experiencia que vivencia intensamente cada viernes, ha dado vueltas a lo que es la poesía para él y ha llegado a sus conclusiones. Conclusiones que a mí, personalmente, me costaron años de aproximación.
Veamos cómo sucedió esta reflexión espontánea a partir de la escucha de un poema que no estaba, en absoluto, pensado para 5 años. En la clase de Los Leones están comenzando un proyecto sobre los sentidos y son los niños y niñas los que guían el proyecto, a partir de su interés y preguntas.
¿Cómo funcionan los ojos? fue la pregunta que motivó el panel informativo sobre los ojos y la vista. Y, justo este viernes, recitamos el poema “Tus ojos”, de un libro muy querido, escrito por Eduardo Abel Jiménez e ilustrado por Cecilia Afonso que me regaló mi más querida Pato (no os perdáis su blog) en Argentina.
La cuestión es que, al escucharlo, Iñaki propuso imprimir el poema y ponerlo en el panel informativo sobre los ojos. Todos votaron que sí, menos Marco. Que explicó el porqué. Y es que un poema como este no explica cómo funcionan los ojos, porque un poema no es un texto informativo, obvio. Porque las palabras no son ojos, las palabras sirven para ayudarnos a formar ideas.
No hay más preguntas, señoría.
Yo le propongo a Iñaki que hagan un panel poético, que no sea informativo, por supuesto, donde vayan colgando los poemas que hablen de los sentidos y las ideas maravillosas que surjan de esas palabras que tienen guardadas.
LOS POEMAS TIENEN DEDOS Y OJOS
Parece que los poemas no saben cómo funcionan los ojos. Pero sí tienen ojos, ojos vivos que todo lo miran y ven más allá. Tienen ojos de cinco años, de cuatro años, de dos… ojos que saben contar con los dedos. Porque también tienen dedos. Dedos que cuentan y también miran. Y pintan y hacen libros. Ojos que cantan y miran y cuentan el mundo: si cuento uno, se lo lleva el humo.
Ojos y dedos y tienen a Anaya y a Marco. Que piensan el mundo, y lo inventan, y son rapidísimos como cinco tortugas lentas. Porque la poesía, las palabras y el mundo les pertenece y tienen derecho a hacerlo.
LUCAS, 11 AÑOS
El curso de La Cereza sigue y no todo son pequeños. Los “mayores” también disfrutan de la poesía cuando les dejan. A Lucas le gusta jugar con las palabras, rimar, recitar… y, por supuesto, hacer trabalenguas (con la técnica que hay en el libro “A juego lento”). Está en sexto de primaria y, menos mal, gracias a su madre saber que la poesía es más que ese examen teórico que tuvo que hacer sobre ella.
En el foro del curso podemos disfrutar de sus rimas. Tras ver un vídeo de los conjuros de “A lo bestia”:
Lucas escribió esto:
MATEMÉTICAS
Ya no me quedan tácticas
Positivo o negativo
Esto no me deja vivo
54 por 4
Me hacen pasar un mal rato
si me enseñas a dividir
creo que voy a morir
(Lucas, 11 años).
Maravilloso, ¿no?
Y también hizo este trabalenguas:
LIBERTAD, JUEGO Y SUBVERSIÓN
Porque la poesía necesita a la infancia y la infancia necesita a la poesía. Y, como le pasó a Lucas, que tuvo que estudiarse “la poesía” como si fuera una ciencia, encuentra sus huecos, sus resquicios, allá donde la dejan. Y prende, a los 2, a los 4, a los 11… Pero, a los 11, se convierte en espacio de libertad, de juego, de subversión y pensamiento, tan necesario, todo eso, para alentar una mente crítica y reflexiva.
Precioso y clarividente.
Gracias por mostrarnos a alumnos tan aventajados.
Gracias, Teresa. Sí, nos sacan ventaja de años luz. Y nosotras, las personas adultas, siempre empeñadas en frenar la infancia en seco. Ay.
Saludos.