MI HIJO NO LEE… PUES CUIDA UNA ORQUÍDEA

“Mi hijo, mi hija, mis alumnos, los niños y niñas, jóvenes… no leen”, “es que prefieren las pantallas”, “es que no les interesa nada…”, “es que…”, estas son algunas de las frases, según el contexto, que más escuchamos las personas que nos dedicamos a la mediación lectora.

Se pronuncian con urgencia, con necesidad, con poca confianza, diría que como un reproche. Como si leer fuera algo automático o hubiera una fórmula mágica. Se dice, realmente, como si, teniendo esa fórmula, TODAS LAS PERSONAS FUERAN A SER GRANDES LECTORAS.

Y no, ni el mejor plan de lectura del mundo lo conseguiría. No todas las personas amarán la lectura. Pero sí hay algunos detalles, algunas  sendas, que requieren tiempo y esfuerzo, que pueden hacer que, sin amar la lectura, la lectura nos salpique a todas, nos moje y, como nuestro bosque interior es permeable a esas aguas, a pesar de que no todas las personas seremos lectoras, sí hará que ese bosque esté más poblado, más fértil, más alimenticio…

El truco es que la lectura compartida es como cuidar un jardín, o, mejor, cuidar orquídeas.

LAS CARENCIAS…

Hace años, en una escuela de Ontinyent, Sant José, que este año inicia su proyecto de biblioteca escolar y con la que hemos colaborado en la formación para el claustro desde El Sitio de las Palabras, me regalaron una orquídea. Me llevo muchos regalos allá donde voy, algunos tangibles y otros no tanto.  Aquel año, en una de mis visitas a la escuela, me regalaron una orquídea, hace bastante, tal vez 5 años o 6.

Aquella pequeña orquídea estuvo sobreviviendo a un ambiente hostil. Nunca había cuidado de una de ellas y la tenía en un lugar poco saludable, sin luz, la regaba con agua del grifo cuando me acordaba y poco más. Le echaba la culpa a ella: es que está siempre pegada a las pantallas, es que no tiene interés por nada, es que mírala, ya no sé qué hacer, pero en orquídea: es que son muy delicadas, es que es complicadísimo que vayan bien, es que, es que… en el fondo esperaba que muriese su deseo de florecer, que era mi único anhelo en aquella relación porque me daba demasiado trabajo. Pobre orquídea, cuánto debió sufrir. Allí estaba, con sus dos raquíticas hojas y ya. Ni arriba ni abajo, ni crecía, ni daba flores, ni nada de nada… un año, y otro año, y otro año.

LOS EXCESOS

El cuarto año me dije que, o la hacía feliz, o no valía la pena tenerla. La cambié de lugar, la puse cerca de una ventana y cerca de mí. Así la dejaba crecer pero también la vigilaba y recordaba más veces regarla. Me informé sobre sus cuidados, comencé, sin reprocharle su falta de generosidad floral, a regarla y darle aquello que necesitaba.

Entonces, unos 9 meses después de aquello, creció su primera vara floral. Y floreció, un poquito, no como las de floristería, sacó algunas flores que se marchitaron bastante pronto. Qué emoción. Yo, que me entusiasmo enseguida, me consideré una experta en orquídeas y, de pronto, tenía cuatro orquídeas. Y les echaba abono y las regaba demasiado, y, claro, el exceso de cuidados casi las mata. Y no, ninguna quería florecer. Nadie quiere florecer cuando hay un exceso de expectativas tan grande alrededor, y nos atosigan, y nos hacen hacer pruebas para ver qué hemos entendido de la lectura y si sí o si no hemos leído el libro en cuestión…

En fin, que casi se mueren, esta vez por exceso de cuidados, y tampoco es eso.

EL TIEMPO

Ahora, mis orquídeas y yo hemos alcanzado el lugar exacto. He dejado de tener tantas expectativas con respecto a ellas. He aprendido que un exceso de abono les mata las hojas. Sé que para que una orquídea florezca debe hacer un esfuerzo gigantesco, que le ocupa toda la energía y el tiempo durante meses, como sucede con la mayoría de cosas bellas y dignas de contemplar: todas necesitan de esfuerzos enormes y de grandes cantidades de energía: nacer, florecer, dar frutos, una puesta de sol, un cuadro o disfrutar de la lectura. También sé, ahora, que las orquídeas no son como el resto de las plantas, necesitan corteza de árbol y bolitas de arcilla y una maceta transparente. Y vigilar sus raíces. Y mucha humedad pero no mucha agua. Necesitan que yo las respete como son, orquídeas. Pero, sobre todo, necesitan paciencia.

Las flores de orquídea, como ver a alguien leyendo por placer, son un acontecimiento de belleza exuberante que precisa de un tiempo y unos cuidados, pero, sobre todo, de una mirada atenta y mucha paciencia.

LAS FLORES Y LA FILOSOFÍA

Cuando entendí esto las volví a cambiar de sitio. Un lugar más idóneo  donde contemplarlas y respetar su ritmo. Regarlas y estar atenta. Ahora ya son cinco, la última que llegó también la trajo una maestra, Belen.

Y,  esta semana, he visto, con gran alegría para mi alma, que ya comienzan a leer solas y hablan de los libros, discuten de filosofía y, algunas, se han convertido en amantes del arte y el teatro… sí, ahora, sus varas de floración asoman. En cuatro de ellas, después de tantos años: esas hermosas flores compartirán su belleza con el mundo.

Y eso ha sucedido porque no he dejado de cuidarlas. Así las personas y la lectura, si no dejamos de leerles en voz alta, de hablar de libros, de comentar sobre autores, si la literatura, el arte, el teatro, está presente, aunque no todas florezcan, aunque algunas tarden más, aunque no sea posible que todas crezcan al mismo ritmo ni tengan el mismo verde en las hojas…  todas podrán disfrutar de la luz de la lectura, del alimento y lo cuidados que eso supone. Pero, sobre todo, el agua y las historias calarán, y, siempre, a todas ellas, les crecerá ese bosque por dentro. Y sus bosques interiores también albergarán árboles imaginados donde, tal vez, las orquídeas, crezcan y den flores, sin que lo sepamos, sin que se vea por fuera. Y, aunque no todas las personas se conviertan en grandes lectoras, el beneficio de ese cuidado sí será aprovechado por todas ellas por igual.

Si no leen… cuida una orquídea y, algún día, tendrán un bosque.

 

8 Comentarios

  1. Mª Ángeles

    Que reflexión más bonita, una comparación extraordinaria, me gusta.
    Mil gracias, Mar😍😍

    Responder
  2. Rocío

    Preciosa entrada, Mar, me ha hecho recordar un comentario de mi hijo que decía que no leía por “mi excesivo entusiasmo”. También ellos nos enseñan.

    Responder
    • Mar Benegas

      Totalmente, jajaja 😀 ese tipo de comentarios me suenan, sí.

      Responder
  3. Marta Ventura

    Qué preciosidad de entrada, Mar. Cómo he disfrutado leyéndola y lo bien que me ha dejado. Gracias y un abrazo grande.

    Responder
    • Mar Benegas

      Oh, gracias, Marta, me alegra que te haya gustado.

      Responder
  4. Carmen

    Me ha encantado el símil.

    Responder
  5. Elsa Romero López

    Aleccionador artículo. Muchas gracias

    Responder

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